Encierro
En la vereda de la estación de Retiro, justo frente a la Torre y mezclándose entre la gente que cambia billetes por monedas, hay una mujer que parece de mentira. Vende burbujeros y durante muchas horas, desde muy temprano, se la pasa mojando sus artículos en detergente y llena todo de burbujas. Si uno cruza Libertador en pleno mediodía es lo que se encuentra: burbujas y más burbujas. Siempre tiene sobre el hombro derecho una bolsa roja que dice París, las uñas, el pelo y los labios tambien rojos. Debe haber pasado los cuarenta y la cara no dice nada, sólo sopla. Es el silencio hecho persona. No entiendo como no se cansa, ni le duelen los ganglios, ni se marea. Me da envidia tanta resistencia. Nunca vi a nadie comprarle un burbujero ni preguntarle un precio.
Separado por unos dos metros hay un hombre que vende Larazónavoluntá. Es enorme y grita hasta el cansancio entre dos millones de burbujas "Larazónavoluntáááááá, Larazónavoluntááááá". Tiene una remera negra que dice Miami en verde y cuando pasan señoras mayores les pregunta por la salud, siempre a los gritos. La burbujera ni lo mira y sigue soplando, él ni la mira y sigue gritando. En un momento de aburrimiento, mientras cambiaba billetes por monedas y la batería del celular se me había acabado de tanto jugar al tetris, se me hizo encantadora la idea de unirlos y que se enamoren, y que hablen, y que ella lea el diario y él haga burbujas, y que al final del día compren cervezas y papas fritas con lo que hayan juntado. Pero no. Ni se miran. Uno a los gritos, la otra en el silencio absoluto de una burbuja. Ni se miran.
Separado por unos dos metros hay un hombre que vende Larazónavoluntá. Es enorme y grita hasta el cansancio entre dos millones de burbujas "Larazónavoluntáááááá, Larazónavoluntááááá". Tiene una remera negra que dice Miami en verde y cuando pasan señoras mayores les pregunta por la salud, siempre a los gritos. La burbujera ni lo mira y sigue soplando, él ni la mira y sigue gritando. En un momento de aburrimiento, mientras cambiaba billetes por monedas y la batería del celular se me había acabado de tanto jugar al tetris, se me hizo encantadora la idea de unirlos y que se enamoren, y que hablen, y que ella lea el diario y él haga burbujas, y que al final del día compren cervezas y papas fritas con lo que hayan juntado. Pero no. Ni se miran. Uno a los gritos, la otra en el silencio absoluto de una burbuja. Ni se miran.
3 Comments:
que liiiiindo lo que decis.
muy esperanzador-estado zen fin de año.
:)
compré
No podrá esta buena señora soplar una superburbuja gigante que se lleve al señor de larrazónavoluntá?
Qué buen oficio, burbujera.
Andar derrochando magia por la ciudad.
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