nueve, diez, once!

Hoy el día estuvo agradable. No hizo ni frío, ni calor así que en uno de esos ratos libres salimos con F. a recorrer el barrio nuevo de trabajo. Al principio nos cayó muy mal, pero a medida que pasan los días se hace más familiar y casi nos estamos olvidando de la vista a las torres Catalinas. Ahora tenemos vista al departamento de una señora que cuelga la ropa del balcón e incluso eso lo hace más tierno.
El momento más surrealista fue el domingo, cuando toda la comunidad coreana estaba en la puerta de sus jugueterías (todos tienen jugueterías y esas cositas), cada uno con un diario escrito en su idioma natal y podía sentirme en una ciudad oriental cualquiera en la que yo puedo mimetizarme perfectamente

Al lado hay un cyber con cortinitas al que nadie se anima a entrar; muchas verdulerías que están abiertas casi las 24 hs del día, los 365 días del año; una feria americana que vende ropa que huele mal; un salón de belleza que depila pierna completa y cavado por diez pesos; una librería que tiene la colección completa de Robin Hood en la vidriera; una panadería con alfajores y facturas y al terminar la vuelta un shopping desoladísimo que se llama Spinetto que es casi tétrico y eso lo hace simpático.

Los travestis son amables y dicen buen día; las ancianítas usan tapados de piel y zapatos con tacos bajos.
Volvimos comiendo alfajores y tarareando una canción que sabíamos los dos.