tranquilidad momentánea

Hoy a la tarde, pasadas las tres, paré para almorzar. En la mochila tenía un tupper azul con un sandwich enorme. Me fui despacito hasta plaza San Martín y me tiré sobre el pasto recién cortado mirando hacia la torre de los ingleses. En los auriculares tenía canciones que hablaban de cosas simpáticas y por un rato todo me pareció enorme, acogedor y lindo. Todo: mi sandwich, el juguito de naranja, el pasto, las canciones, el viento y los autos. Parecía ser domingo dentro de un sábado y yo me sentí conforme y tranquilo... y eso es lo único que quiero para siempre: conformidad y tranquilidad.
Todo estaba así de amable hasta que se aparecieron unas palomas alrededor deseando mi sandwich, o al menos eso parecía en mi mente fóbica a las aves. Las espanté, me levanté y seguí con mi estado habitual.